Hasta el momento nunca había ido a la montaña de noche y menos para hacer una marcha.
Ese viernes fué el día más caluroso del año, con una temperatura superior a 40º
Nos dirigimos Ramone y yo hasta Xeraco. Fuimos a recoger los dorsales y ya empezó la primera decepción. En la inscripción debíamos poner la talla de la camiseta que queríamos, pero después nos encontramos que ya no quedaban camisetas de esa talla.
Subimos con el coche hacia la cantera de Xeraco pero a medio camino tuvimos que aparcar en la carretera debido a la cantidad de coches que había. Eso sí, con permiso de la policía.
El resto lo subimos a pié hasta la cantera. Llevábamos la mochila a tope con bebida y comida. La verdad es que pesaba un huevo, pero como Ramone es muy valiente dejé que la llevase él. En la Marxa al Bartolo ya demostró ser un gran porteador jajaja
La marcha había empezado y a los pocos metros ya estabamos parados. Había demasiada gente para hacer la marcha, cerca de 1000 personas intentando subir por una senda estrechita. La gente se quejaba por estar constantemente parados. Detrás de nosotros había una señora mayor que al parecer vivía por la zona y se conocía el camino de memoria; no dejó de radiar el recorrido y de quejarse del exceso de gente, al menos durante un par de horas.
El poco viento que soplaba, era caliente, aunque había ciertos tramos que lo hacía algo más fresquito y se agradecía.
A pesar de ello, las vistas eran magníficas, un río de lucecitas por delante y por detrás. Encima la luna estaba prácticamente llena y se reflejaba en el mar.
Una vez llegamos a la pista, la cosa fué mejor y pudimos adelantar bastante. La subida final por asfalto hasta el repetidor se hizo dura. Pero no fué tan duro como descubrir a nuestra llegada que se había terminado el agua. Sólo daban coca-cola y fanta. Me entraron ganas de llorar, porque a mi no me gusta ni la coca-cola ni la fanta. Llevaba agua en la mochila pero estaba caliente y no quería acabarla porque aún nos quedaba la vuelta.
La marcha acababa en el repetidor. Después cada uno hacía lo que mejor le parecía (volver por otro lado, volver por el mismo sitio o quedarse a ver amanecer desde allí)
Nosotros cenamos tranquilamente disfrutando de las vistas. Nos zampamos un bocata de tortilla de patatas con pimiento y cebolla que ni Ferran Adrià.
Después bajamos tranquilamente por donde habíamos subido. Fuimos prácticamente solos hasta casi el final que nos encontramos un grupo de gente que bajaba despacio.
Junto a nosotros había un chico de la organización al que trasladamos nuestras quejas de la falta de líquido. Al parecer, la gente que llegó de los últimos, ni siquiera tuvieron coca-cola ni fanta. La bebida se había acabado completamente. Cero patatero para la organización.
Llegando casi al final, el chico nos desvió unos metros hasta llegar a una fuente donde pudimos beber y llenar las cantimploras.
La marcha había terminado pero a nosotros aún nos quedaba bastante hasta llegar al coche.
En total tardamos unas 5'5h, contando la cena y todo. Fué un poco más de lo que teníamos previsto.
Me gustó la experiencia pero hubiese sido "casi" perfecta de haber sido menos participantes, si el aire hubiese soplado algo más fresquito y de tener bebida de sobra a nuestra llegada.